Experiencias para disfrutar en familia
#somoslittle

Conoce la pedagogía Montessori

Tooodo el mundo está interesado en la pedagogía Montessori. Yo no soy ninguna experta en la materia, por eso, para este post, lo tenía claro: llamar a Rafa Román, quien junto con Olga Hernando, ha puesto en marcha la primera escuela Montessori de Granada, el centro Montessori Galápagos.

Y me escribió esto. Y es tan, tan bonito… Espero que os guste.

Gracias Rafa, de verdad 😉

Muchas veces he oído eso de que los niños deberían traer un libro de instrucciones. ¿Cómo que deberían? ¡Sí lo traen! Lo que pasa es que está en un idioma que sólo pueden entenderlo ellos. Si sabemos observarles, los niños nos dan las pistas de lo que debemos hacer. Sin embargo, si seguimos lo que la sociedad espera de nosotros como padres o maestros, nos veremos luchando contra los niños. Nosotros, desde la visión Montessori, sugerimos otra cosa: observar sus acciones, interpretarlas y dar una respuesta coherente e intuitiva a sus necesidades.

Fotografía López Torres. Centro Montessori Galápagos
Fotografía Cristina Díaz. Centro Montessori Galápagos

Esta es la clave del trabajo realizado por María Montessori. Ella sostenía que los niños tienen un maestro interior que organiza el desarrollo de cada aspecto de su personalidad conforme van estando preparados. El programa genético indica el patrón y los ritmos de desarrollo de cada niño, que es único. Ninguna madre puede decidir cuándo un bebé debe nacer y, del mismo modo, ninguna maestra puede decidir cuándo un niño está preparado para reconocer los colores, asimilar la abstracción matemática, leer o escribir. Nadie más que el propio niño sabe con certeza cuándo es el momento oportuno para desplegar todo su potencial.

Cuando un niño domina el gateo y se agarra a la silla para incorporarse, es porque ha leído en su libro de instrucciones: “Ahora tu cuerpo está preparado para empezar a caminar”. Ese es el momento y no otro. La tarea del adulto consiste en preparar el ambiente para que no se haga daño cada vez que intente ponerse de pie, asegurarse de que tiene bastantes lugares donde agarrarse y darle tiempo y espacio para ello sin forzar ni entorpecer su proceso. Esto, y no otra cosa, es leer y aplicar lo que viene en el libro de instrucciones que trae el niño. Educar no es una acción sobre el niño, sino sobre su ambiente; es facilitar el aprendizaje autónomo de cada niño.

ninio-jugando-montessori

Además, el ambiente no consiste sólo en la preparación física de un espacio. Es también la preparación de la propia presencia del adulto acompañante. Si observamos a los niños, podremos leer claramente en su libro de instrucciones lo siguiente: “Imita a las personas adultas con las que más tiempo pasas; te darán el patrón de respuestas y de conductas para la formación de tu personalidad, y el esquema de acciones que conducen a tu supervivencia en el mundo que te ha tocado vivir”. Esto significa que, para crear un ambiente optimizado para el desarrollo de los niños, lo primero que tenemos que hacer es mirarnos a nosotros mismos.

Tomemos consciencia de cómo es nuestro lenguaje. ¿Es rico, es positivo? ¿Es impulsivo? ¿Está sobrecargado de información? ¿Es triste, chantajista, victimista? ¿Cómo es nuestra expresión corporal? ¿Cómo es nuestra forma de relacionarnos con los demás? ¿Cuál es nuestro valor fundamental, qué nos apasiona en la vida? ¿Cómo gestionamos nuestras emociones? Todo esto el niño lo capta e interioriza, y supone siempre un patrón de acciones heredado culturalmente. Por eso los maestros Montessori trabajan desde la humildad y el respeto, y miden muy bien su aspecto físico, su expresión, sus movimientos, el orden, el lenguaje que utilizan… Hacen un trabajo personal profundo y necesario para crear el clima óptimo de aprendizaje en el aula. Tal vez antes que pedir un libro de instrucciones para la crianza y la educación de nuestros hijos, primero deberíamos leer nuestro propio libro de instrucciones, porque a lo mejor no lo estamos siguiendo. O, peor aún: tal vez ni siquiera sepamos que también tenemos uno, porque nos impidieron seguirlo en nuestra infancia.

María Montessori elabora toda una filosofía de la educación en torno a algo que ella llama “Educación Cósmica”. En ella describe cómo todos los seres vivos o inertes del universo cumplen o están preparados para cumplir una función establecida por las leyes de la naturaleza. Las personas tenemos mucho poder y una enorme capacidad para experimentar cosas y actuar marcando una diferencia en el mundo. Aún así, es necesario que en cada etapa de desarrollo nos den la oportunidad de desplegar todo nuestro potencial para tener una vida rica en experiencias y dar al mundo lo que somos capaces de dar. Si alguna necesidad de aprendizaje no se satisface de la forma adecuada en el momento apropiado, se arrastrará toda la vida como una losa en forma de fobias, necesidades compulsivas, adicciones, o con cualquier otro formato limitante.

clase-montessori
Fotografía: Cristina López Torres

María Montessori sabía esto, y propuso un modelo educativo que contenía varios principios básicos: la observación, el ambiente preparado (que incluye los célebres materiales de desarrollo) y la preparación personal del maestro como parte fundamental del ambiente psíquico. Ella sostenía que un buen observador de la infancia es una persona que llega a conectar con el alma del niño y, por lo tanto, a conocer el alma humana. Tener un hijo y observarlo es la mayor oportunidad de crecimiento personal que se puede tener. Es mirar a tu propio pasado a través de él, reconocer tus barreras y las tensiones que se crearon en aquella etapa, y que aún arrastras. Es tener la oportunidad de aumentar tu nivel de consciencia, de aprender a observarte a ti mismo, de mejorar las condiciones educativas de tu hijo con respecto a las establecidas, y de hacer cuña en este sistema educativo obsoleto. Dignificando la infancia, observando a los niños con el respeto con el que se observa una obra maestra, reseteamos la cultura y la despojamos de sus atavismos regresivos.

Un centro Montessori que aprecia y tiene en cuenta los aspectos transversales (no sólo metodológicos) de este modelo educativo, es un lugar que permite crecer a los niños de forma autónoma y en un entorno de respeto y apoyo mutuo. En el ambiente Montessori la única gran norma para los niños es el respeto hacia los demás y a los materiales e instalaciones. Todo ello pasa por aceptar y mantener un orden, así como un cuidado por el ambiente. La libertad de cada uno sólo se da si no se pisa la de los demás. Con el tiempo, los niños van adquiriendo una autodisciplina y una capacidad de concentración e interacción sana. Que lleguen o no a alcanzar un conocimiento es lo menos importante en la etapa infantil (e incluso en la primaria), pues lo que prima aquí es su construcción psíquica, es la formación de un “yo” fuerte, autónomo, capaz, responsable, respetuoso. Los conocimientos vendrán antes o después, y no se juzgarán con un examen, sino que se quedarán formando parte del niño como consecuencia del trabajo y la concentración en un ambiente motivador. Además, esa capacidad de trabajo y concentración, así como las habilidades sociales y de inteligencia emocional que adquiere en el salón Montessori, se las lleva puestas para el resto de su vida porque quedan impresas en su personalidad.

Cuando se toca a Montessori con cierta profundidad, se descubre un mundo diferente. Se descubre que en el niño hay guardado un secreto fundamental e intemporal que accede a nosotros desde el respeto a su persona; un secreto que nos desvela la naturaleza humana en estado puro, sin contaminación cultural, y nos permite reiniciar nuestro sistema social desde esas realidades implacables que nos muestran los niños. Ningún niño es racista, ni de derechas ni de izquierdas, ni machista, ni violento, ni tampoco es competitivo en su ser esencial. Ningún niño teme el futuro ni se victimiza con el pasado. Todos están en el presente, todos agotan hasta el último minuto de su tiempo con la mayor actividad que les permite su cuerpo antes de quedarse dormidos. Los niños no se conforman, se defienden de las agresiones, son dignos. Son grandes observadores, les encanta probarlo todo con cada uno de sus sentidos, están abiertos a la vida. Los adultos estamos más en nuestra mente, yendo y viniendo del pasado al futuro, sin pisar tierra ni experimentar lo que nos rodea para descubrir lo mucho que tiene de apasionante.

Una mañana en el Centro Montessori Galápagos from Centro Montessori Galápagos on Vimeo.

Me parece que tenemos mucho más que aprender nosotros de ellos que ellos de nosotros. Los niños no sólo llevan un maestro interior que les indica lo que tienen que hacer en cada momento para desarrollarse, sino que ese maestro interior de los niños es el maestro que nos indica a los adultos qué aspectos de nuestra cultura son desviaciones que nos conducen a un callejón sin salida evolutivo, y cuáles están en la línea adecuada.

Rafa Román

Director Pedagógico del Centro Montessori Galápagos