Planeta Calarú no es un Centro infantil Montessori Granada más, es un centro en el que se practica la Pedagogía Respetuosa.
De hecho, una de las cosas que distinguen a Planeta Calarú, es la mezcla sabia y acertada que su Coordinadora Pedagógica, Ruth, hace de diversas pedagogías respetuosas: Montessori, Pikler, Waldorf…
No soy ni mucho menos una experta en pedagogía, así que no me extenderé en las aportaciones de una u otra tendencia, pero si soy madre, y si os puedo hablar desde el sentimiento que me produjo pasar una mañana en Planeta Calarú.
Os contaré lo que vi. Y os prometo que os va a gustar.
En Planeta Calarú me sentí tan bien, tan feliz, tan querida, cuidada y respetada, como se sienten los niños y las niñas que están allí.
En Planeta Calarú todo transcurre de manera natural, tranquila, todo está en armonía.
Calarú es un Centro abierto, y ésta es la primera nota que lo distingue de otros proyectos pedagógicos: la hora de entrada, salida, visitas, son flexibles y personalizadas. El Centro se adapta al ritmo de la familia.
El día comienza con la llegada al centro. Y aquí viene la primera satisfacción: no hay una hora estricta de entrada al centro, así que te evitas buena parte del estrés mañanero, que contribuye a hacer la llegada al centro infantil algo estresante para los peques (y sus ma-padres).
Prohibido practicar el «lanzamiento» de niño. En Calarú se entra con serenidad y los peques (los que ya andan), entran por su propio pié. No hay brazos que los «arranquen» de los brazos de sus padres o sus madres. No hay que salir corriendo «para que el niño/a no te vea». Porque los niños/as no lloran. Tan sencillo como eso.
Y es que el proceso de adaptación al centro es completamente natural. No tiene un tope máximo establecido.La adaptación es suave y pausada, adaptada a las necesidades y los ritmos de cada niño/a.
Y de la familia. Porque en Planeta Calarú la familia participa, y mucho. No en una reunión al trimestre. Hay una actividad familiar cada semana, los viernes Party-cipativos. Oh yeah!. Un día a la semana de convivencia, juego, experimentación y cremiento en comunidad.
Y a lo largo del curso, también se puede participar de la multitud de excursiones, fiestas, charlas y talleres, en horarios de tarde y de fin de semana, para que la participación de las familias sea real, y no «buenas intenciones-«.
A lo largo de la mañana, recorrí cada una de las salas del este espacio de libre circulación, que cuenta con tres aulas, y una preciosa zona de motricidad central, equipada con materiales Pickler. El patio merece capítulo aparte. ¡Aire libre!. Un minihuerto, plantitas y ¡chinos!. Que vivan los chinos. No hay nada que guste más un niñ@.
Creo que el concepto de libre circulación fué lo que más me sorprendió de este Centro (y tiene muuuuchas cosas sorprendentes). Los ambientes no son cerrados, y los niñ@s no están separados por edades, sino por ritmos y necesidades.
Y no es casual, es porque todo en este centro está pensado, reflexionado y trabajado desde la coherencia de un sólido proyecto pedagógico.
Ruth ha sabido crear un modelo propio, que bebe de numerosas fuentes (Montessori, Pickler, Waldorf…). Toma de cada una aquello que mejor se adapta a cada momento del desarrollo infantil, a cada contexto, a cada necesidad.
Cada espacio de Planeta Calarú está cuidadosamente pensado y diseñado. Si estás habituado/a a los Centros infantiles «normales», puede que Calarú te resulte «espartano».
En Calarú no hay juguetes. Al menos no juguetes de fabricación industrial, ya que están dotados de una directividad pasiva; es decir, el juguete nos dice lo que tenemos que hacer con él. En Calarú hay materiales que favorecen la imaginación libre, el pensamiento divergente, la respuesta alternativa.
Pero sobre todo hay profesionales preparadas para observar ese juego libre, ese autodescubrimiento, y valorarlo y analizarlo, estimularlo. Todavía recuerdo cómo Ruth me contaba los descubrimientos y hallazgos de los peques con los materiales, lo que había conseguido cada un@…
En Calarú se trabaja con las Inteligencias Múltiples de Gardner (y de nuestra querida Elisa Reyes Vargas). Se realiza una valoración individual de los peques por competencias. Se valora a cada niñ@ en cada momento de su desarrollo, no en comparación con un baremo, no en comparación con otros niños y niñas de su edad.
De todo el espacio, lo que más me maravilló fué el Aula sensorial. Los peques la llaman la sala de «las burbujas». Cómo pedían entrar en la sala…me generó tanta curiosidad que estaba deseando verla…Y cuando entré lo entendí.
Alucinante. Luz, sonido, tacto…una experiencia multisensorial, relajante y preciosa.
Pero todos los medios del mundo, no podrían suplir la calidad del equipo de Calarú. Ruth es amor. Y ya está.
Y eso es lo que su Centro y su equipo trasmiten. Y eso es lo que l@s peques que están allí sienten. Amor. Del bueno. Del que parte del respeto, de la comprensión y del asombro permanente ante la maravilla de la infancia. Del deseo profundo de cuidar y proteger ese desarrollo, propiciarlo sin interferir, adaptarse a su ritmo individual y único…
Os invito a leer su blog, Las ranas tienen dientes, para conocerla un poco más. Es, sin lugar a dudas, la mejor manera de saber «de qué va».
A estas alturas, si estáis buscando un Centro infantil Montessori Granada, o un Centro en el que se trabaje con pedagogías respetuosas en general, querréis saber dónde está Planeta Calarú. Os cuento:
Planeta Calarú es un centro infantil muy bien ubicado. Vivo en la zona de Bola de Oro y tardé unos 25 minutos en llegar hasta la puerta. Aparqué sin problemas y no sufrí atascos. No tuve que pararme en chiquicientos semáforos. Tardé menos de lo que tardaba antiguamente en llegar de mi casa a Esta por mamá (en el centro de Granada).
Os lo cuento para que, cuando os diga que está en Chauchina, a nadie se le ocurra decirme «me encanta, pero está tan lejos…». Que nooooooo. Que los granadin@s tenemos un montón de ideas preconcebidas sobre el cerca y lejos que reclaman una sesión urgente de Supercoco para ser desmontadas.
Los pueblos del área metropolitana a los que vamos habitualmente para disfrutar de sus restaurantes y merenderos nos parecen «cerca»: Cájar, Huétor Vega, Gójar, Monachil, Otura, Cúllar Vega…
Sin embargo, aquellos otros menos conocidos, se nos representan mentalmente en el confín del mundo: Chauchina, Fuentevaqueros, Quéntar. Víznar…
Por eso, mucha gente interesada en un proyecto pedagógico como éste, lo descarta antes de visitarlo siquiera. Esto mismo sufro yo con mi restaurante, Envero, que estando en Beas de Granada, a 30 minutos de la capital, parece que estuviera en Tombuctú. Ainsssss.
Yo os propongo cerrar los ojos y hacerle caso al mapa, al cuentakilómetros y al reloj. Que esos no tiene prejuicios. Y pedir una cita con la Seño Ruth. Y dejad que ella os cuente todas las cosas que yo me he dejado en el tintero.
No se trata de asistir a unas jornadas de puertas abiertas, en las que todo está preparado para lucir hermoso y perfecto. Os propongo hacer lo que yo hice, pasar un rato o unas horas allí y ver cómo funciona. Y luego me contáis.
No puedo evitarlo, tengo que terminar contándoos el por qué del nombre del Centro de Ruth. Los peques están allí tan agustito que piden que los lleven a casa de Ruth…, y como hablamos de niños y niñas que están empezando a hablar (y con acento granadino), terminan diciendo…”vamos a cá la ruth”…a Ca-la-rú, a Calarú.
Calarú es ese Planeta que como habréis podido comprobar, no tiene nada de imaginario…
Por cierto, vamos a disfrutar de la seño Ruth en la Feria Littlegranada el domingo, en una mesa redonda en la que participará acompañada del equipo de Unomás. Será a las 13:15 y la entrada es libre hasta completar aforo. Y va a ser un gustazo. Anda vente.