A veces tengo la impresión de que hacer turismo de interior tiene algo de militancia.
Aunque bien pensado, en realidad no se trata tanto del destino elegido para hacer turismo, sino de la forma en que se hace, lo que convierte al turismo en una actividad de ocio que debe ser muy consciente y cargada de sentido.
Además aquí, como en todo, tenemos una responsabilidad en la educación de nuestras criaturitas. Cómo se acerquen a otros lugares, otras culturas y costumbres, cómo sean capaces de entender el patrimonio histórico y natural, va a depender en buena medida de la forma en que se afronte en la familia.
Durante este viaje he pensado mucho sobre este tema, animada también por el «trending topic» de la turismofobia presente en todos los medios, así que os pido que me perdonéis si a la clásica crónica vacaciones de una zona de España bien bonita, se le suman reflexiones sobre este asunto.
Al lío: este año hemos estado en El Bierzo. As usual, los días de septiembre que preceden al incio del cole.
Aunque reconozco que es muy chungo eso de llegar de vacaciones el día antes del inicio del curso escolar, viajar en una época en la que todo está un poco menos masificado, pero sigue haciendo un tiempo estupendo está lleeeeno de ventajas.
De nuevo el team montaña venció al team playa, y es que dos incursiones con muy poca fortuna en las playas de Cádiz (un levantazo de morirse) y el Cabo de Gata (airazo, incendio, desalojo del hotel…mala suerte al cuadrado), parecían indicar con un luminoso gigante que nuestro sitio, este verano, estaba de nuevo lejos del mar.
Nada que lamentar, porque al fin y al cabo me encanta la montaña (y el Cabo de Gata en otoño siempre es un placer al alcance de la mano…;)
Elegimos un destino poco transitado por los viajeros del sur: El Bierzo, una preciosa comarca de León, muy próxima a Galicia (en realidad es una comarca muy gallega).
Y ha sido un acierto. El Bierzo tiene un millón de cosas que ver, pasear, beber y comer, y es un estupendo destino para disfrutar en familia. Nosotros lo visitamos en verano, pero creo que en otoño tiene que ser realmente espectacular, con todos esos castaños pintando los valles de colores ocre.
Para las personas que aman la naturaleza, El Bierzo es un auténtico paraíso: puedes perderte en los Ancares o en los Montes Aquilanos, hacer un millón de rutas rodeado de silencio y de unos paisajes espectaculares.
Afortunadamente, abundan los centros de información y atención al visitante, y, lo que es mejor, abunda la profesionalidad y el buen hacer entre el personal que los atiende.
En esta familia somos unos «yonkis» de este tipo de centros, y es que son una estupenda manera de conocer un territorio. Cierto es que los hay mejores que otros, y no menos cierto que la diferencia la marca, como en todo, el factor humano.
En esta ocasión tengo que mencionar con cariño a José Luis, el técnico la Casa del Parque de Las Médulas. Amor, en mayúsculas, por su territorio, su patrimonio, su historia. Si pudiera te llevaría de la mano, ¡o en brazos! por cada una de las rutas que propone. Profesionalidad superlativa.
De otro lado, el Centro es bonito, moderno y está muy bien enfocado para adultos y pequeños/as. Una puerta de entrada fantástica a la extraordinaria zona de Las Médulas.
Podéis visitarlo junto al precioso lago de Carucedo, lleno de historias y leyendas. El lago es parada obligatoria si váis con peques. Tiene una zona de ocio bastante apañada, hay casetas para el avistamiento de aves, un bar, zonas en las que es posible el baño, piraguas etc.
Y de ahí, a la visita «estrella» de la comarca: Las Médulas. Declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.
Un impresionante entorno paisajístico…creado por el ser humano. Se trata de la mayor mina de oro a cielo abierto de todo el imperio romano.
Una extraordinaria obra de ingeniería que creó un espectacular sistema hidráulico, el cual permitió la extracción del oro de la zona con el sistema de ruina montium. Literalmente se trataba de «reventar» la montaña.
Hay varias rutas, de diferente dificultad (algunas más que aptas para peques), que permiten visitar la zona.
Desde mi punto de vista, no tiene casi ningún sentido hacerlo sin pasar por el Aula Arqueológica o el Centro de Recepción de Visitantes (organiza rutas guiadas). Allí, nos ayudan a interpretar y entender lo que estamos viendo.
Tuvimos la oportunidad de disfrutar de una charla del Aula Arqueológica y no puedo más que recomendarla. Un nuevo ejemplo de fantástico personal y de pasión y amor por su trabajo.
Aquí tengo que hacer un inciso: me duele el corazón ver cómo hay personas que se dan media vuelta cuando hay que pagar precios absolutamente simbólicos por recibir una charla, visitar un museo etc., y después se hacen un selfie en una cavidad en un monte que no saben qué es, en las murallas de un castillo cuya historia desconocen y les es indiferente. ¿Esto es turismo?, ¿tiene algún sentido?.
Mucha historia de la presencia romana en El Bierzo… y mucho Camino de Santiago, y mucho Templario 🙂
Castillos preciosos y bien conservados como el de Cornatel.
Aunque desde luego, la visita obligada es el Castillo Templario de Ponferrada. Extraordinariamente rehabilitado, presenta una visita larga, pero bastante amena, en la que no faltan vistosos audiovisuales.
Por supuesto, Ponferrada tiene un paseo, o dos o tres, y numerosos recursos turísticos.
Nosotros la disfrutamos muchísimo, porque dió la casualidad de que se celebraban las fiestas patronales de la ciudad (las Fiestas de La Encina): calles engalanadas, mercadillo medieval, e incluso varios días de actividades gratuitas para peques en el precioso Parque de El Temple. La iniciativa se llama Ciudad Mágica y es un lujazo: desde los clásicos hinchables hasta campeonatos de ajedrez o talleres de tiro con arco y lucha de espadas medieval.
Y si Ponferrada es bonita, los pueblos de El Bierzo…son una delicia. La lista es casi interminable. Los hay con bastante actividad turística gracias al Camino de Santiago, como Molinaseca, o debido al enoturismo, como Cacabelos.
En Cacabelos os recomiendo encarecidamente visitar la Bodega Cuatro Pasos, en pleno casco urbano. Allí, Sheila, la enóloga más maja y profesional del mundo, os hablará de la bodega y sus vinos, pero también os dejará sentir el amor por la tierra, os descubrirá las características de la extraordinaria uva Mencía (siiii, así es como se llama una de mis peques), y os hará desear ir a vendimiar con ella.
Por supuesto, también hay multitud de pueblos pequeñitos, aldeas casi deshabitadas o con una población muy envejecida, llenas de tipismo y encanto. No dejéis de visitar alguna palloza, la construcción tradicional de la zona de los Ancares, y de conocer la forma de vida de estos pueblos.
Por cierto, si váis en verano, el calorcete se sobrelleva mejor con un baño, y podéis encontrar varios municipios con playas fluviales. Nosotros visitamos la de Toral de los Vados. Una zona preciosa, un auténtico lujo para las familias y los peques…¡y un agua fría como un témpano!.
Lo confieso, fui incapaz de meterme (mis hijas si, pero todo el mundo sabe que los niños y la niñas, son capaces de cualquier cosa por chapotear un rato). Es más, reto a cualquier habitante del sur a hacerlo (ésto no es el cálido Mediterráneo amiguetes)…; ya me contaréis…
En cuanto a la gastronomía, qué contaros. Si me véis por Granada y me notáis más «redondeada», ya sabéis el motivo. Estoy purgando mis «pecados» gastronómicos con aquabici, no os digo más.
La verdad es que siempre que viajo al norte vuelvo con un par de kilos de más. Y es que se como tan, pero tan tan bien.
Maravillosa la gastronomía local: el caldo berciano, el botillo (ojo, es contundente), la cecina, la castaña (probé unas croquetas de castaña y espinacas que me traen lágrimas de felicidad a los ojos cada vez que las recuerdo). Y por supuesto, los vinos de uva Mencía, o cualquier vino de la comarca; una calidad sorprendente que justifica su auge imparable.
Como curiosidad, os diré que puedo recomendar todos y cada uno de los restaurantes en los que comí. Incluso aquellos que estaban en zonas súper turísticas. Calidad excelente y precio muy razonable.
Aquí termino mi crónica (por no ser pesada, porque podría seguir, y seguir…), y espero haberos animado a hacer kilómetros y daros un «garbeo» por esta preciosa zona de nuestro país.
Como curiosidad, si leéis lo que escribo sobre nuestras escapadas, habréis notado que no hago ninguna referencia al alojamiento, que para mi es absolutamente primordial en las vacaciones, y es que lo entiendo como parte de la experiencia. El motivo es que, esta vez, nos salió rana.
Errare humanum est. Y por mucho que lo mires y remires por internet, siempre te puedes llevar un chasco. No entra en la categoria de «catástrofe», era aceptable, pero desde luego no está a la altura de otros alojamientos que os he recomendado, como el precioso Hotel Cueva Ahumada en el Río Mundo, o Las Chimeneas en Las Alpujarras.
La relación calidad-precio no estaba ajustada en absoluto, y nos resultó muy caro para las instalaciones y los servicios que se prestaban. Sin embargo, estoy segura de que hay fantásticas opciones en la comarca, y se pueden encontrar establecimientos preciosos y bien atendidos.
En fin, aquí una berciana de corazón que ya está contando los días para volver a pasear por esos montes…¿os venís?