Hacer turismo familiar en Las Alpujarras es siempre buena idea.
Incluso si eres de/vives en Granada (es más, sobre todo si eres de Granada diría yo). En nuestra familia, Las Alpujarras siempre están presentes entre los destinos que barajamos para nuestras escapadas, y es raro el año en el que no pasamos unos días disfrutando de una de las comarcas más espectaculares de nuestra provincia.
La proximidad del destino, que nos permite coger el coche el tiempo imprescindible, y la calidad y la diversidad de la oferta turística, colocan a Las Alpujarras entre las primeras opciones de cualquier familia amante del turismo de proximidad, justo ese que promovemos en Veletas, nuestro proyecto de turismo familiar.
Además, la calidad y variedad de los alojamientos turísticos son para nosotros un plus enorme, ya que entendemos el alojamiento, su historia y su forma de relacionarse con los huéspedes, como parte esencial de la experiencia viajera.
Así, en otras ocasiones hemos disfrutado de la zona de Cádiar, alojándonos en La Alquería de Morayma, de la zona del Puerto de la Ragua, alojándonos en Las Chimeneas, para acabar esta vez en la zona del Barranco del Poqueira, alojándonos en el Cortijo Prado Toro.
Había pensado escribir un post «al uso», con rutas, recomendaciones de lugares de interés et., pero la experiencia acumulada me pide otra cosa esta vez.
Hay muuuuucha información turística sobre Las Alpujarras, y es fácil de localizar con búsquedas sencillas en internet. Es cierto que la información específica para familias escasea (y más aún la información de calidad), pero en esta ocasión, el cuerpo me pedía otra cosa a la hora de escribir.
Así que aquí va, un post atípico, completamente personal, con ideas, reflexiones y sugerencias para aquellas familias que quieran descubrir y, sobre todo, vivir una comarca realmente mágica.
Haced el caso justo de lo que va escrito aquí abajo.
Es decir, que si vuestra forma de viajar es parecida a la nuestra, quizás encontréis por aquí algo de interés, pero si no…¡fantástico también!. Porque hay mil y una maneras de viajar y de compartir en familia la experiencia de descubrir otros lugares y otras gentes, y no sé vostros, pero yo diría que la buena es la que a cada uno le hace feliz.
Tabla de contenidos
Cualquier época del año es buena para disfrutar de Las Alpujarras en familia.
En serio, cualquiera. Su oferta turística no es estacional en absoluto. Cada época del año tiene su encanto, sus atractivos y sus posibilidades.
Las Alpujarras en verano
En verano el clima es duro durante el día, pero no faltan los alojamientos que ofrecen piscina exterior para refrescarse, ni rutas de senderismo que te permiten caminar a la sombra, por ejemplo, de castaños centenarios. Caminos que transcurren junto a ríos, arroyos y acequias y la generosidad del campo en esta época del año, en la que no faltan moras (de moral o de zarza), higos, manzanas…., permiten practicar el senderismo en familia eligiendo bien las rutas.
Y las noches…son pura gloria gracias a la bajada de las temperaturas. Salir con algo de abrigo a tomar algo a la terraza del pueblo o dormir con colcha son pequeños placeres veraniegos en Las Alpujarras.
El verano es además época de fiestas populares y creedme si os digo que hay pocas cosas con más encanto que las fiestas en la plaza de cualquiera de estos pueblos, que se engalanan en estos días haciéndose aún más bonitos si cabe.
Además, los Ayuntamiento «tiran la casa por la ventana» y se suceden en todos ellos las propuestas artísticas y culturales de distinto tipo, con festivales de música, teatro etc.
Pero sobre todo la luz. Os evito el leerme en plan poético, pero esa luz…hace que entiendas a la perfección el enamoramiento de los viajeros de todas las épocas por esta comarca singular.
Las Alpujarras en otoño
En otoño la comarca es un auténtico espectáculo para los sentidos. Los paisajes se vuelven de una belleza sencillamente brutal. En todas las zonas, pero paseando por cualquier camino del Barranco del Poqueira es difícil no emocionarse.
Para los amantes del senderismo, es la época pefecta para disfrutar de cualquiera de las infinitas rutas, de diferente dificultad, que ofrece la comarca.
Como atractivo añadido, indicaros que prácticamente no hay municipio que no celebre su fiesta de la castaña (con castañadas populares y actividades de todo tipo que los peques disfrutarán al máximo).
Y como pensado especialmente para público familiar, encontramos la iniciativa del Proyecto Embrujo de Soportújar, que a prinicipios de noviembre celebra su ya tradicional Noche de Brujas. No lo he vivido aún, pero lo tengo anotado en rojo en mi agenda 😉
En cuanto a los alojamientos…¡es la hora de disfrutar de una buena chimenea!. Y si vuestros peques no están acostumbrados, os va a resultar muy difícil apartarlos de ella, porque la contemplación del fuego, ya sabéis, tiene algo atávico que hace que las pantallas se queden en el maletero del coche sin que las añoremos ni un segundo.
Las Alpujarras en invierno
Pues hace frío. Tela de frío. Pero nos abrigamos y listos, ¿quién dijo miedo?. Rutas más cortas y mucho más prudentes (que a la montaña no hay que perderle nunca el respeto), restaurantes con buenas estufas y chimeneas, alojamientos rurales bien acondicionados y poco sentimiento de culpa a la hora de atiborrarse de las deliciosas chacinas o entrar a matar con la repostería local.
Y sobre todo, si vamos con niños…¡nieve!. Porque Sierra Nevada no es la única estación de esquí de Granada, también existe el Puerto de la Ragua. Una oferta totalmente distinta, donde se puede practicar esquí de fondo o descubrir tus límites tirándote con trineos una y otra vez (tus límites, porque ya te digo yo por experiencia que tus hijos/as no los tienen…).
Las Alpujarras en primavera
Y llega el deshielo. Las nieves de Sierra Nevada comienzan a fundirse, los arroyos y ríos bajan pletóricos, la vida vuelve a brotar salvajemente…¡es hora de gastar la suela de las botas!.
Se me está notando mucho ¿verdad?, pero es que en esta casa somos muy montañeros y se me ocurren pocas actividades mejores para disfrutar con los peques que una buena caminata.
Días en los que aún puedes disfrutar de una buena chimenea por la noche y pasear en manga corta durante el día. Y fiestas populares recuperadas tan curiosas como Los Maios, en Soportújar (de nuevo), una antigua tradición de los gallegos que repoblaron la zona tras la expulsión de los moriscos.
Pasa del coche
Es decir, pasa del coche todo lo que puedas, porque llegar hay que llegar de alguna manera.
Vale, antes de meterme en faena: prudencia y cuidadín en las carreteras, que son estrechitas y si lo vuestro son las autovías…, hay que adaptarse. No hay prisa por llegar. Ojo, si vuestros peques se marean…, la biodramina es un básico en la maleta, porque curvas hay un rato.
Cuando digo «pasa del coche» me refiero a que no es necesario, ni aconsejable, visitar todos los pueblos de Las Alpujarras en coche.
Me explico: hay gente que hace una ruta de esas de «vamos a ver todos los pueblos». Para mi tienen muy poco sentido. Al final terminas como en una peli antigua, en la que unos americanos hacían una ruta programada por Europa y decían «si hoy es lunes, esto es…». Todos los pueblos terminan pareciéndote iguales y harás «el guiri» a lo grande.
Mi sugerencia es: elige un pueblo, y ve caminando hasta el o los más ceranos. Muchos pueblos de Las Alpujarras están a menos de uno o dos kilómetros uno de otro, y todos están conectados por los caminos que se han utilizado históricamente por sus habitantes, además de perfectamente señalizados.
Recórrelos. Será mucho más gratificante ver dos o tres pueblos en un día «viviéndolos» al caminar, que pegarte una paliza en coche y ver siete. De Capileira a Bubión hay un suspiro, y de ahí a Pampaneira otro. Igual que de Pitres a Mecina o Ferreirola o…
Observa los cultivos, habláles a tus peques de la agricultura, de la historia de la comarca de…¡mil cosas!.
Respira, mira, siente. Las Alpujarras se aman caminando, no en coche.
Y si únicamente te ha dado tiempo a conocer tres pueblos en un fin de semana…¡ya tienes excusa para volver!.
Equípate
¿Es ésta una sección de moda?. No, pero es importante pensar en la ropa y el calzado que váis a llevar, y ser consecuente y coherente con el tipo de viaje que os habéis planteado.
Si la idea es pasear por el pueblo y poco más…¡no es necesario vaciar las estanterías del Decathlon!. Tira de ropa cómoda y punto. Hay quien hace un viaje «de coche» 100% pero parece vestido como si fuera a subir al pico del Veleta. Que nooooo. Observad a los paisanos y haced un sencillo ejercicio de mímesis si no queréis llevar un cartel invisible de «guiri» colgado en la espalda.
Pero si váis a practicar senderismo, y eso incluye alguna ruta un poco más «seria» de montaña, ahí si. La equipación es fundamental, sobre todo para los peques: las zapatillas resbalan y son aptas para unas rutas pero no para otras, así que unas botas de montaña «medioqué» pueden ser una buena inversión. Ropa de abrigo (sea verano o invierno), protección solar (en cualquier época del año), gorras y mochila con agua y comida (cositas energéticas como frutos secos y similares son nunca están de más).
Y prudencia. Mucha prudencia. No es la primera vez que estamos haciendo una ruta a finales de verano y un día soleado se transforma en un auténtico temporal. Teléfonos siempre a mano. Precaución amigos senderistas 😉
Come (bien). Elige un restaurante favorito
En Las Alpujarres se come de lujo. Y no me refiero únicamente al típico plato alpujarreño (que, obviamente es menú obligado).
La oferta gastronómica está muy diversificada y hay restaurantes trabajando con muuucha calidad. Lugares en los que se respeta y se mima el producto, se conservan tradiciones y también se innova. Investigad, leed reseñas… En nuestro último viaje comimos (muy bien) en El Corral del castaño, por poner un ejemplo y en otro viaje, el restaurante de Las Chimeneas nos pareció tan espectacular que hasta compramos su libro de cocina (¡en inglés!).
Valorad siempre la relación calidad-precio. Ya no hay «duros a cuatro pesetas», como decían los abuelos, y el precio no es lo único ni lo más importante a tener en cuenta.
La calidad del producto, del servicio, las instalaciones. Apostemos por el desarrollo de un turismo de calidad y huyamos de las «clavadas con vistas a la sierra», que también las hay…
Peca un poco con las chacinas, que luego lo vas a perder caminando, y entrégate a los postres caseros a base de higos, castañas, a la torta de lata a…no sigo que me pierdo…
Y si te ha gustado mucho ese restaurante donde comiste, o ese bar donde has tapeado tan bien y vas a pasar unos días en la zona…¡repite!. No hay nada que un hostelero valore más que un cliente fidelizado, especialmente en una zona en la que hay tanto tránsito de turistas.
Repetir en un mismo establecimiento da pié a charlar, conversar, establecer una relación más humana con las personas que te atienden, a conocer un lugar de otra manera. Os confieso que las mejores recomendaciones de rutas, lugares de interés y bares casi siempre las hemos conseguido así. Un triunfazo total es cuando te recomiendan una bodega local o similar a visitar y te dicen que le digas al dueño/a que vas de su parte, o te dan su teléfono para que lo llames por si no está en casa…
Elige (con cuidado) un buen alojamiento
En Las Alpujarras hoy en día existe un mercado turístico desarrollado y complejo. Eso significa que la oferta de alojamientos es increíblemente extensa.
Hay de todo y para todos los bolsillos y, por lo que pude ver en este último viaje, la oferta se sigue ampliando.
Investiga mucho antes de alquilar o reservar. Las búsquedas en internet con «alojamiento rural» o «alojamiento con encanto» te van a decir poco, porque prácticamente todas las casas y hoteles responden a ellas.
Si me habéis leído en otros post sobre viajes sabéis que para nosotros el alojamiento es fundamental en cualquier escapada. Entendemos que es parte de la experiencia y buscamos siempre «algo más». En la arquitectura, en la ubicación, en las personas que gestionan el establecimiento, en la historia que hay detrás…
De nuevo, mi recomendación es valorar la relación calidad-precio y huir de ofertas sospechosas. Personalmente prefiero estar cuatro días en vez de siete y sentirme «mejor que en brazos».
La buena noticia es que hay mucho bueno, así que simplemente se trata de elegir aquello que mejor se adapte a la intención de vuestra escapada: que sea un lugar del que salgan rutas directamente si váis a hacer senderismo, que esté en mitad del campo si lo que buscáis es tranquilidad o en el centro del pueblo si preferís un poco más de vida, que tenga piscina o no, calefacción o no, cocina etc.
Cuando estuvimos en El Puerto de la Ragua nos alojamos en Las Chimeneas, y resultó maravilloso (el lugar y los anfitriones). Ideal para el invierno.
Y en este último viaje hemos hecho un enooooorme descubrimiento. Un lugar del que hace unos años me hablaron con mucho secreto unos clientes (de esos que luego son amigos), y que tenía apuntado en la memoria: el Cortijo Prado Toro.
Tiene un nombre así como «cañí» ¿verdad?, pero es uno de los lugares más bellos en los que me he alojado últimamente, y absolutamente perfecto para familias.
Éste no es un post patrocinado, así que os podéis fiar de que todo lo que escribo, es simple y llanamente, reflejo de una experiencia estupenda.
Está muy cerca de Pitres, «en mitad del campo», y lo elegimos porque en esta ocasión buscábamos relax, silencio y un lugar desde el que hacer rutas de senderismo directamente. Se trata de una finca enoooorme con unas construcciones en piedra desnuda que respetan al máximo la arquitectura tradicional de Las Alpujarras (de hecho su arquitecto, Donald Grey, fué premiado por su trabajo).
Lo que más nos gustó es lo fantásticamente integrado en el entorno que está el cortijo: el jardín se funde con el bosque sin muros ni separaciones y las vistas son espectaculares desde cada punto.
Creo que es perfecto para familias por muchos motivos: la cocina en cada casa o apartamento que te permite organizarte a tu ritmo, las terrazas o incluso el patio privado de algún alojamiento (como el que nosotros elegimos), la piscina grandísima, las explanadas para correr y jugar, el columpio (ayyyyy, ese columpio hizo las delicios de mis hijas), la hamaca, los mil rincones con mesitas para leer, descansar, comer, las hamacas y tumbonas con magníficas vistas.
¡Estuvimos tan bien que ampliamos la estancia!.
La atención es estupenda, el trato es cordial y la relación con el cliente se basa absolutamente en la confianza. Coincidí poco con los propietarios, así que no pude «interrogarlos» sobre la historia del alojamiento (me lo reservo para otra visita), pero tengo la impresión de que debe ser similar a las de Las Chimeneas, en Mairena, porque hay un cuidado y un amor por la zona, la cultura y las tradiciones que es muy frecuente encontrar en los proyectos de extranjeros que un día se enamoraron de esta tierra y echaron raíces en ella.
Pregunta, conversa
Sobre la historia, la naturaleza, los lugares de interés etc. Al amigo google o en oficinas de turismo.
Y pregunta también a los «locales». Pregunta con respeto y con cariño, muestra interés, valora una cultura, una historia, unas tradiciones y una forma de vida que llevan siglos enamorando a los viajeros.
Es más, en ocasiones ni siquiera es necesario preguntar, porque en las Alpujarras hay quien te ve caminando y para su coche para decirte «¿te puedo ayudar?».
Y entiende que Las Alpujarras es una comarca viva y llena, hoy más que nunca, de contrastes.
Un lugar en el que se desarrollan comunidades complejas, en las que conviven los habitantes «de toda la vida» con los llamados «neorurales» (gente que se cansó de las ciudades y decidió dar un giro a su vida), con muchos extranjeros de diferentes nacionalidades, que forman familias con varias generaciones ya viviendo en el territorio, agricultores, artistas y artesanos/as, emprendedores con pequeños negocios de distinto tipo…Personas sabias y personas cultas (olvida por favor los prejuicios urbanitas en casa).
Como véis, podría seguir escribiendo hasta el infinito sobre esta comarca a la que vuelvo una y otra vez, pero hoy lo dejo aquí.
Tengo toooooda una vida para seguir disfrutando del turismo familiar en Las Alpujarras.