Si hay una escuela ifantil creativa en Granada, esa es Patosuca.
Os confieso que recurro a Virginia Ureña y su extradordinario equipo de docentes siempre que busco una actividad para un evento Little de máxima calidad, muy creativa y que sea realmente sorprendente.
Pero también me echo a temblar…porque esta gente «se viene arriba» con facilidad y nunca se conforma con cubrir el expediente o salir del paso, sino que aprovechan cada pequeña oportunidad para ponerse a prueba como profesionales, para reforzar y consolidar un equipo que funciona como un reloj, para abrir nuevos caminos que explorar en sus aulas.
Jamás han «tirado» de cosas ya hechas, de senderos ya transitados…Y es que en Patosuca, el límite es la imaginación, y lo demuestran con hechos.
Por eso creo que Patosuca se merece, si es que existe algo así, el sello de «Escuela infantil creativa». Porque trabaja la creatividad en todas sus dimensiones, y desde todos los ángulos: en el aula con sus peques, claro que si, pero también en el propio equipo de docentes, y en los procesos de trabajo que allí tienen lugar.
Para Chavea, el reto era realizar una actividad en torno a la literatura infantil. En realidad lo puse un poco más difícil, lo reconozco, porque le hablé a Virginia del libro como objeto, como artefacto que puede dar lugar a otros artefactos y a otras experiencias literarias que van más allá de la lectura, o que la incluyen como una parte más de la propia experiencia.
Ella recogió el guante, as usual…
Y me lo devolvió con una de las actividades más chulas que he visto en muuuuucho tiempo. Tan chula que merece un post Little para ella sola, porque además, creemos que puede servir como inspiración para otras profesionales de la educación que deseen trabajar la literatura infantil de una forma…diferente.
La actividad que Patosuca desarrollará en la sala Clío el domingo a las 12:30 se llama Cubo-cuento.
Se trata de una actividad para realizar en familia y en la que participarán varios equipos compuestos por peques y sus padres/madres/abuelos/mejores amigos adultos…
Empleando estos grandes cubos ilustrados por todas sus caras, deberán formar el puzzle con las diferentes escenas de un cuento, para después, ser capaz de construir la historia.
Los cuentos son grandes clásicos, que habitan en todas las librerías ifantiles (y si no, deberían hacerlo «yaperoya») y cuyas escenas resultan fácilmente identificables.
Cada cubo-cuento (son cuatro) ha sido realizado de forma completamente artesanal: tras montar las cajas de cartón, se han dibujado a mano (siiiiiii, ¡¡¡a mano!!!) las ilustraciones, que después han colcocadas en los cubos y tratadas para que sean más resistentes.
La artista de las témperas es Johanna Noemí Facello, una virtuosa del pincel y estupenda maestra (o al menos eso me dieron a entender los 20 niños de los que había sido seño y que se abrazaron a sus piernas como si no hubiera un mañana cuando la vieron) que, además, tiene pelazo 😉
Me cuenta Virginia Ureña, la directora de Patosuca, que con esta actividad los peques van a experimentar los cuentos infantiles que muchos ya conocen, de una forma diferente, a la vez que desarrollan la atención y el la capacidad de trabajo en equipo.
Por supuesto, una vez que Chavea termine, y aunque las editoriales de los cuentos que han sido elegidas para la actividad nos lo pidan de rodillas, los cubo-cuentos volverán a Patosuca.
Allí vivirán muchas vidas más, pasando por las aulas de este proyecto que no deja de reinventarse y de aprovechar cada oportunidad para ponerse a prueba, para mejorar.
Entenderéis que esté completamente fascinada con esta gente, que jamás elige el camino fácil y que construye cosas fantásticas porque es capaz…y no se pone límites.
Os invito a enamoraros perdidamente de ellas en el Festival Chavea 🙂