Cuando salimos de ruta o damos un sencillo paseo por el campo, la naturaleza nos impacta con una explosión de sensaciones, con sus colores, formas y olores tan llamativos…
Es totalmente irremediable que vuestros peques o vosotros mismos (y yo me incluyo) nos sintamos atraídos, a veces, por alguna flor, piedra, retama… que llama poderosamente nuestra atención ¡ese tesorillo tiene que ser nuestro!
¿O mejor no?
Justo sobre eso vengo a hablaros yo: sobre esa “recolecta” de tesoros.
Ni que decir tiene que cuando salimos a la naturaleza tenemos la obligación de saber a dónde vamos y conocer, o llevar la actitud de querer conocer el espacio en el que nos vamos a mover durante el trayecto.
Con esto quiero decir, que debemos respetar siempre las normas de los Espacios Naturales que visitaremos y poner siempre por delante de cualquier impulso nuestro respeto hacia la naturaleza.
Pero pongámonos en situación.
Has descubierto un «tesoro» y ha llamado poderosamente tu atención… ¿qué debes hacer?
Pues aquí llega el momento de reflexionar, tanto vuestros peques como vosotros mismos/as.
En primer lugar, antes de coger nada de la naturaleza, detenéos a analizar bien ese tesorillo.
Observad el entorno en el que se encuentra, fijaos si hay más tesoros como él, si abundan en ese entorno o son pocos.
Desde luego, si hay muy pocos, no merece la pena que lo llevéis con vosotros.
Pensad sobre todo, antes de arrancar alguna planta o de llevaros algo, en el futuro de ese ecosistema sin ese tesorillo que os lleváis.
Y ya que estamos, analizad el tesoro que habéis descubierto: puede pinchar, raspar, estar caliente, frío, blando, tener líquido (esos tesoros que te arrepientes al momento de haber cogido, porque te pringas entero), puede haberse caído de algún árbol, haberlo transportado un animal o estar fijo en el suelo…
Se trata de un sencillo ejercicio con el que os invito a tener contacto con el medio que os rodea, un contacto suave, delicado, respetuoso.
Un contacto con el cariño y respeto que nuestro entorno merece.
Disfrutad.
Por último, preguntaos si ese tesoro realmente debe ir en vuestro bolsillo o, por el contrario, preferís dejarlo en su hábitat: seguro que si te paras a pensarlo, aunque hayas sentido un momento de enoooorme necesidad, lo dejaréis donde estaba…
No quisiera regañar, o soltar un discurso sobre no coger nunca nada, en realidad no hay que llevar todo al extremo.
De lo que hablo es de respeto, de necesidad y de disfrute de la naturaleza.
Y como sé que muchas veces es «irremediable» llevarse algo, os presento una idea para transportar vuestros tesorillos.
Esta idea se me ocurrió recordando que cuando mis sobrinas iban a la escuela infantil, tenían la “cesta de los tesoros” en clase.
En ella metían todo aquello que para ellas realmente lo era: desde un palo del parque a un tapón del champú de casa. Y es que en esa época los niños tienen un afán especial de recolección y casi todo vale.
Si os fijáis, no suelen ser cosas muy grandes, son más bien tesorillos que pueden guardar en su bolsillo, objetos cotidianos…
Pues bien, voy a tratar de daros ideas para transportar vuestros pequeños tesoros de la naturaleza.
Con estas ideas, además de reutilizar, favoreceréis la conservación de la biodiversidad.
No es un invento mío, sino que se trata de una idea que se utiliza mucho en escuelas-bosque.
Estoy segura de que en vuestras casas no faltan rollos de papel higiénico, cajas de cerillas o cajitas de algún anillo o pulsera que guardásteis para…¡vete tú a saber para que!
Pues bien, todas estas cajitas tienen el tamaño perfecto para guardar en ellas pequeños tesoros naturales. Vuestros peques pasarán un rato entretenidos decorando sus cajitas para la salida, disfrutaréis con ellos de la manualidad y además os quedará algo tan precioso como éstas que hice yo con mis sobrinas
Son ideas que a mí me parecen preciosas y perfectas para transportar los tesoros que vuestros peques vayan encontrando.
Además, me gustan especialmente porque son pequeñitas, y marcan un límite de cuántas cosas podemos llevarnos.
De esa forman consiguen que valoremos mucho más nuestro entorno, y como valor añadido le damos una segunda vida a las cosas.
¡Ahora si que estaréis preparados para encontrar tesoros!
