El domingo 25 de noviembre, a las 12:30 h., aterrizará, en el Espacio Abierto del Chavea, Lila, una libélula muy especial. Rápida, inquieta y preguntona; así es como hará acto de presencia Lila entre los pequeños y pequeñas que quieran conocer su historia.
Gracias a la colaboración de Porteo Feliz, que estará también presente en el Festival, tenemos la suerte de contar con su autor, David Gómez, que vendrá a presentarnos esta historia tan tierna y mágica como real.
En el stand de Porteo podréis adquirir el cuento editado por Pábilo editorial y llevároslo firmado por el autor. También podréis haceros con él a través de su web o directamente en su tienda en Paseo del Salón, nº 4 (18009 – Granada).
¿Queréis saber porqué ha escrito este cuento David? ¿Sí?. Nos ha dicho que lo desvelará en el Chavea ¿Te lo vas a perder?
Pero… ¡no sólo eso! Nos ha dicho que, además, fabricaremos libélulas de manera artesana que podremos llevarnos a casa para no olvidarnos de su pequeña libélula. ¡Qué maravilla! ¿verdad?.
Lila estará por allí, en cuerpo y alma, encantada de hacerse fotos con todos los niños y niñas que vayan a conocerla.
Para ir calentado motores, tanto el autor como la ilustradora, nos han contando, en primera persona, como han sido sus caminos hasta llegar a crear juntos la historia de Lila.
Esperamos que disfrutéis la lectura de sus testimonios. Son muy íntimos y personales, todo un regalo para vosotros.
David, autor de la historia de esta pequeña libélula, nos habla de ella y de su relación con los cuentos y álbumes ilustrados.
“Desde bien pequeño, aunque no recuerdo que me leyeran en voz alta, si que guardo imágenes de mi padre contándome historias junto a mis hermanos. A día de hoy, aún sigue haciéndolo. Pero, ahora, a sus nietos y nietas y a los hijos e hijas de sus sobrinos y sobrinas.
Siempre he leído desde edades tempranas. Mi adolescencia la marcó Michael Ende y su “Historia interminable”. Desde ese momento descubrí en el género fantástico una válvula de escape a la realidad. Con más años, me enamoré de “Momo” y de la tortuga Casiopea, también de Ende.
Conocer a Ana María Matute, en un encuentro literario en Santander, fue otro de mis grandes momentos como lector. Desde “Los niños tontos”, primer libro que leí de ella, me han ido enamorando el resto de sus historias. Matute significa magia. Hace muy poco me han regalado una edición especial de “En el bosque”, de Libros del Zorro Rojo, que guardo como oro en paño.
La literatura infantil la redescubrí como adulto hace ya muchos años. Tengo que decir que la disfruto más ahora, junto a mis hijos. También en soledad. Últimamente solo compro álbumes ilustrados y/o literatura juvenil. Es una ruina, hay tantas cosas tan bien escritas, ilustradas y editadas, que a uno no le llega la economía para más.
El ejercicio de escribir siempre me ha gustado. Mejor o peor, dar rienda suelta a la escritura me relaja y evade del día a día. Incluso, en los últimos tiempos, la escritura me ha ayudado a reconciliarme emocionalmente conmigo mismo y en relación con mi hijo.
La vida con el autismo no es fácil, el trastorno te lo pone muy complicado. Te aprieta tuercas y, a veces, te hace ver las cosas muy negras o explotar en el momento más inesperado.
La primera vez que escribí sobre mi hijo, sobre nuestra relación, el ejercicio fue terapéutico, salió todo de corrido. Cuando realicé una primera lectura me llevé una grata sorpresa. Curiosamente, en uno de nuestros peores momentos, de mis manos no habían salido nada más que anécdotas bonitas, felices. Era evidente que nuestra conexión emocional estaba por encima de tormentas y nubes grises. Hasta que no quedó plasmado en un papel en blanco no fui consciente de ello.
Justo en esos momentos, en los que escribía de manera terapéutica, llamó Carolina a mi puerta. Nos conocíamos desde hacía años, coincidimos en la primera promoción de la Licenciatura de Comunicación Audivisual de la Universidad de Granada. Yo abandoné en el segundo cuatrimestre, pero el arte nos conectó desde el principio y nunca nos perdimos la pista. Su ofrecimiento para ilustrar una historia mía comprometida con lo social, con la discapacidad, fue un regalo que aún me emociona.
Hablar de las particularidades del autismo desde la ficción y hacerlo, de manera invisible, a través de los personajes, fue todo un reto para mí. Cuando vi el producto final, todo esfuerzo había merecido la pena.
Lila es nuestro primer proyecto juntos y no será el último. Seguimos trabajando otras historias que espero que enamoren a alguna que otra editorial y vean la luz prontito. Tenemos mucho camino por andar y mucho que aportar al mundo del álbum ilustrado y al contexto de la discapacidad”.
David Gómez
Carolina, ilustradora de Lila, nos cuenta el camino que ha seguido hasta llegar al mágico mundo de la ilustración.
“Cuando aquella mañana de niebla, con tan sólo tres años, le dije a mi madre que el campo parecía estar bajo una veladura blanca, ella ya supo que compartiríamos pinceles y experiencias.
Para mí, el arte nunca ha sido una opción, sino el único modo posible de entender el mundo.
Durante muchos años he sido «la pintora de los elefantes».Quizás porque mi serie pictórica dedicada a ellos duró más de 20 años.
Cuando la vida me llevó a vivir lejos de mis raíces,hubo un momento de confusión y la manada se perdió. Me dejó sola mientras encontraba, de nuevo, el camino.
Tardé en darme cuenta. Pero, un día, entré en una preciosa librería del centro de Florencia, sin objetivo ni prisa, y me entretuve curioseando por la sección infantil. Ya nada volvió a ser igual. Nunca he sentido tan fuerte, y he visto tan claro, lo que quería hacer en esta vida. Desde entonces, no puedo hacer otra cosa que dedicarme, en cuerpo y alma, a la ilustración.
Un mundo difícil, sin horario ni calendarios. Pero, tan rico y extenso, que no creo que llegue a encontrar el otro lado del confín.
Contentos, los elefantes han vuelto a mis libros.
Es toda una aventura ver como cada proyecto ilustrado es una criatura, que nace, se desarrolla, crece, pide y tiene necesidades diferentes. Nunca igual, siempre todo por descubrir.
Hay veces que una frase se te mete en la cabeza y por mucho que la sacudas no se va. No queda más remedio que crear, en torno a ella, las imágenes que la ayuden a expresarse.
Otras veces, es al contrario. Una imagen nítida y clara se me presenta decidida, casi siempre de madrugada y después tengo que buscar las letras que completen la historia.
En varias ocasiones, el nacimiento de un libro ha sido provocado por una situación vivida, por una duda, incluso por una frustación.
Quizás sea por mi formación como pintora, pero para mi es una necesidad que las imágenes sean ricas en texturas. Por eso, el papel está siempre presente en mis ilustraciones.
Intento mantener una gran parte de creación manual, de rasgar, romper, pegar, superponer, para luego terminar de darle cuerpo en el ordenador.
Lila nació una noche que no podía dormir. Buscaba una historia verdadera, que sirviera para algo, para alguien.
Fue entonces cuando me acordé de David y de su pasión por los libros. Al día siguiente le propuse crear juntos un libro, que girase en torno a su experiencia como padre de un niño con autismo.
Tengo que confesar que la elección de la libélula como protagonista, aunque muy acertada, en un principio no me volvió loca. La expresividad de un insecto es muy limitada y los primeros planos, en mi estilo figurativo, podían resultar un poco inquietantes.
Así que intenté mantener la observación de la realidad introduciendo unos rasgos más suaves y potenciando sobre todo el color. Lila no tardó mucho en conquistarme y, en torno a ella, crecieron el resto de las imágenes.
Este libro me ha aportado la introducción de elementos más conceptuales y una mayor libertad entre realidad y ficción.
Y, sobre todo, me ha traído muchas alegrías al comprobar que Lila vuela alto y fuerte”.
Carolina Luzón.